El profesor Molina

No lo podía creer.

Sin quererlo, sin desearlo, sin siquiera pensarlo, la oportunidad le llegaba directamente a sus manos.

Lo que siempre había soñado; desde chiquita. Desde que estaba en el colegio. Desde que decidió estudiar Relaciones Internacionales en la universidad.

Y como muchas cosas en la vida, había llegado en el momento más inesperado. Quizá, el más inoportuno.

-¿Qué hacer? ...¿Qué iba a hacer, Dios mío?- se preguntó una vez más Segis.

Leyó el correo de nuevo. No lo podía creer.

Hace una semana se encontró con el Licenciado Molina, su profesor de Negocios internacionales II en la U. Había sido su mejor alumna en esa clase y en las otras dos más que le dio mientras cursaba la carrera.

El Lic. Molina siempre la puso de ejemplo; siempre alabó su visión de los mercados internacionales y su facilidad para clarificar las metas y planificar. Y cuando se graduó, él le ayudó a conseguir su primer empleo en la sección internacional del banco.

Después dejaron de verse por mucho tiempo; ella siguió trabajando, ascendió al poco tiempo y cuando todo le sonreía y el futuro brillaba como oro, conoció al Finado.

Y la vida cambió. Y no tardó en oscurecerse.

Hace una semana se lo encontró. Varios años de no verlo y como siempre, el Lic. Molina se emocionó sinceramente de verla. Pero había una expresión extra en su cara.

-Cipota, Cipota...¡Que bueno que te encuentro! - le dijo el profesor- Me caes como agua de mayo...
Segis se sorprendió con tanta urgencia.

-No vas a creer que la coordinadora de la oficina en Bruselas acaba de renunciar y la Agencia necesita reemplazarla inmediatamente...¿Qué estás haciendo ahora?

Lo que siguió fue vertiginoso, rápido. Casi confuso

Enmedio de los pasillos del mall, el buen profesor Molina la puso al tanto de lo que necesitaban en el organismo internacional en donde él trabajaba ahora y manejaba una sección importante. Dada la premura del caso se necesitaba encontrar a la brevedad a la persona idónea como reemplazo. Y él ya la tenía.

Segis se miraba más sólida, responsable -pensó rápidamente Molina mientras la ponía al tanto- El tiempo le había caído bien y aunque habían pasado los años, el profe sabía quién era ella y cuánto podía confiar en su profesionalismo. Además, hablaba bien el inglés y se acordó que ella había tomado varios niveles de alemán en los tiempos de la U. ¡Era perfecta!

Solo había un detalle: tenía que irse ya. Lo más pronto posible. Se estaban dando los últimos toques al convenio de exportaciones de país y la Unión Europea no perdía ni daba tiempo. Sí aceptaba la chamba, iba a tener que leer todos los papeles a partir de ese mismo día y hasta en el avión de ida.

- ¿No tenés problema en irte ya, cierto?- le preguntó el profe de repente- ¿Estás soltera de nuevo, verdad?

-Si, si, claro...-contestó Segis con vacilación.

El titubeo no pasó desapercibido por Molina.

-Bueno, mirá, lo entiendo. Disculpa, te estoy agarrando a quemarropa; quizá vos tenés otros planes ya...otro trabajo...

-No, no tengo nada ...es más, estoy sin trabajar -le contestó rapidamente Segis.

-Ah, pues mirá...dame tu correo que ahora voy para la oficina y te voy a mandar todos los datos, el perfil y los términos de referencia...sería una consultoria de tres años...lo que dura el proyecto...¿te parece?

Lo que siguió fue un dar de números telefónicos, correos electrónicos, abrazos, sonrisas...

Y ahora estaba allí. Viendo el correo del Profe. Allí estaba todo.

Bruselas...viviendo en el departamento de la Agencia. Un trabajo de maravilla, volviendo a su profesión, con un sueldo más que holgado. En euros.

¿Y ahora?

-¿Qué hago?...Puta...¿Qué hago? -pensó Segis mientras se le enfriaba el café que estaba tomando en la última mesa de la cafetería donde había entrado. Donde habia buscado refugio.

Donde el corazón y la mente le daban mil vueltas.

Eran las cuatro de la tarde y ella estaba tomando el café. Café con pan dulce.

Sola.

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