Árbol que crece torcido...

¡RAZ!

Sonó el primer reglazo en el tercio superior del lomo.

 ¡RAZ!...Por supuesto, el segundo, pero un poquito más abajo.

-¿Cuántas veces te dije que no jugaras pelota en la sala?...¿Cuántas?...

¡RAZ!...El tercero, pero este ya a mitad del segundo cuadrante izquierdo. O sea, cerca del pulmón derecho.

-Es que yo pensé que no ...

- ¿Pensaste?...¿Pensaste?...¿Te dije yo que pensaras?...¡No!...Solo te dije que NO jugaras con esa pelota en la sala...¿Vos me vas a pagar el jarrón?...¿Ajá?

-No...Pues...si...

- Ajá...ya te quiero ver....ya te quiero ver....andate al cuarto, Cipote malcriado...¡RAZ! (ese era el de pilón, el de chascada, el de fai...el del estribo).

Hombre, la verdad es que mi mamá era campeona. En box, judo, Gojo Ryu y quién sabe en cuántas más artes de defensa y ataque personal. Y todas las probé yo.

¿Y saben qué? Yo quiero mucho a mi Viejita. Gracias a ella yo no crecí tonto.

Mi mamá me enderezó a punta de coscorrones, jalones de pelo y palmadas en la espalda. Eso cuando el asunto era una cuestión artesanal, o sea, con la mano limpia.

A veces usaba herramientas de alfabetización como fajas. O alambres eléctricos. O cepillos de pelo. Cañamos doblados, o cualquier objeto que pareciera, aunque fuera lejanamente, un chilillo.

Otras, se aproximaba al noble oficio de la zapateria y me aporreaba con sandalias de tacón bajo  y/o con chancletas. Americanas o del mercado. En distancias cortas, salto triple, salto de altura o tiro.

A veces se acordaba de Jesucristo y se iba por la carpintería. La doñita me recetaba las parábolas completas auxiliada con reglas de madera de 12 pulgadas, o de 24 y si había oportunidad, con las de a metro completo (y todas eran de madera de buen pino hondureño). Me dió en los nudillos, en las manos palma arriba y palma abajo; y cuando realmente me había portado mal, pues en la punta de los dedos.

Y para que vean, no crecí tonto.

De vez en cuando ella parecía Profe, porque me sonaba con los cuadernos, con las libretas, alguno que otro libro de Ciencias Naturales y a Dios gracias, nunca tuvo a mano las Páginas Amarillas.

Me pegó en el lomo, en las nalgas y en las piernas. Por delante y por detrás. Eso si, hay que reconocer que nunca me dio en la cara ni en las partes nobles...¡Buena onda mi Viejita!

Me hincó en la arena, en el piso, con los brazos abiertos, con los brazos cruzados, viendo a la pared o viendo al palo de mango en el patio (y viéran cuánto me gusta el mango ahora...).

En pocas palabras, le debo a mi madrecita todo lo que soy ahora. Ni pierdo barcos con frijoles, ni me quiero reencarnar, ni me pinto el bigote de Revlon Negro Azabache 623 (en parte porque no tengo) y tampoco soy mercenario (hijo de p...).

Ni mucho menos ando por ahí diciendo: "Salvador...Salvador...Salvador...".

Como decía el Filósofo de Güémez:  "Árbol que crece torcido...fue porque no le pusieron palito".

¡Feliz Día del Niño... y La Niña!

¿Vaaaa?












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