Política 101...Simón El Mago


“Y cierto hombre llamado Simón, hacía tiempo que estaba ejerciendo la magia en la ciudad y asombrando a la gente de Samaria, pretendiendo ser un gran personaje…”
                                                                                                                      Hechos 8,9-24.
Esta es la historia de Simón el mago, quien le propuso a Pedro comprar sus poderes de imponer el Espíritu Santo a cambio de dinero.
Con el paso de los siglos, la oferta e intenciones de Simón dieron pie al término “Simonía” y de hecho, la compra y venta de puestos, investiduras, dispensas o favores especiales se volvió una práctica más que común entre la Iglesia Católica y la nobleza aristocrática gobernante durante la Edad Media.
Los libros de historia universal están repletos de casos famosos de Simonía que sacudieron a la Europa de aquellas épocas. Ya para el siglo XVII, un término nuevo se asoció a la Simonia: el nepotismo.
La palabra nepotismo proviene del latín “nepotis” o “nepos” que significa “sobrino o nieto”. El término se comenzó a utilizar negativamente para referirse a como el Papa acostumbraba a hacerse cargo de sus sobrinos y/o nietos como asistentes personales, dotándoles de investiduras y poderes eclesiásticos.
Aunque el término nepotismo surgió apenas hace unos siglos atrás, es obvio que la acción ha existido desde el principio de las civilizaciones modernas y se ha prolongado hasta nuestros días. Nombres y apellidos como Julio César, Carlos Magno, Napoleón Bonaparte, los Borgias, los Rothschild, los Kennedy, Bush y Clinton son solo ejemplos más allá de nuestras fronteras.
En la actualidad, existen diferentes definiciones al término nepotismo, pero en general, se define como la “excesiva preferencia que algunos individuos dan a sus parientes, amigos, o allegados para los empleos públicos o reconocimientos, sin evaluar las capacidades que poseen para el cargo a desempeñar”.
¿Por qué existe el nepotismo? Quizá la principal razón es que le provee al dueño del poder de un surtidor de aliados o esclavos fieles y leales. Le brinda al gobernante la seguridad de estar rodeado de un círculo de confianza; un ejército pretoriano que se entrega sin condición alguna a sus intereses a cambio de gozar de una parte pequeña del poder.
Cuanto más grande es el círculo o círculos de fieles, menos barreras contra las que luchar y más expedito el camino para alcanzar los intereses.
Sencillo.
¿Por qué el nepotismo va en contra de la moral?
Porque los círculos de poder se convierten inevitablemente con el paso del tiempo, en los dueños absolutos de los recursos y la verdad (su verdad, por supuesto). La desigualdad social comienza a profundizarse. Peor aún, con el paso del tiempo y el ejercicio (y abuso) del poder, el círculo comienza a ver como enemigos a todos aquellos que no están dentro de él. Y la persecución comienza.
En países como México o España, el nepotismo “es una práctica prohibida y sancionada con responsabilidades administrativas como perder el cargo o derechos políticos.” En nuestro país, la Constitución de la República establece claramente los artículos para evitar el nepotismo.
Según los informes publicados por el Banco Mundial: “En mayo de 2003, en la XI Conferencia Internacional contra la Corrupción y el III Foro Mundial ulterior, celebrados en Seúl (República de Corea) se recalcó que las leyes, los reglamentos y su cumplimiento no pueden resolver por sí solos los problemas de corrupción en las sociedades. Para obtener resultados favorables, es fundamental inculcar ética y valores.”
Quizá este es un buen momento para recordar la historia de Simón el Mago y las palabras de Simón, el Libertador:
“No se me acusará de haber elevado y puesto en los altos destinos del Estado individuos de mi familia; al contrario, se me puede reprochar el haber sido injusto para con algunos de ellos.”
                                                                                                                           Simón Bolívar

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