El poder de la palabra impresa

¡Buiti  guñoun  numadas!


“Sensemayá, la culebra,
sensemaya.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemaya.
Sensemayá, con su lengua,
sensemaya.
Sensemayá, con su boca,
sensemaya ...”

Tenía yo 14 años  cuando escuché por primera vez "Sensemayá: canto para matar una culebra". De Nicolás Guillén, poeta cubano de la primera mitad del siglo XX.

Tenía 14 años y desde hacía mucho tiempo ya me había enamorado de las palabras. Como suenan, como se construyen…los ritmos que las excitan:
 
"Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo. Lo que me gusta de tu sexo es la boca. Lo que me gusta de tu boca es la lengua. Lo que me gusta de tu lengua es la palabra".

Cortázar

Me gusta también Monterroso, Augusto Monterroso. Nació aquí en Tegucigalpa, murió en México rodeado de gloria, y alguna vez escribió:

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí".  

Me cae bien la estupidez de Manolito y la burguesa actitud de Susanita, Me gusta Quino y me gusta Mc Donald. Me encanta la soberbia de Porthos, el mosquetero de Alejandro Dumas. Y cada sábado por la mañana me reúno con mi amigo Tom Sawyer.

Me gusta el olor de un libro nuevo, pero más me gusta el olor de uno viejo. En definitiva, me gustan los libros.

Soy lo que soy, porque todo lo que he aprendido, soñado y construido, comenzó en una página de papel. Gracias a Huxley conocí “Un Mundo Feliz”  y gracias a Ana Frank, vi otro mundo. Antes que Steve Jobs me presentara Macintosh, yo ya sabía que  "1984" no volvería a ser 1984 otra vez. 

Aprendí la sátira y la mordacidad con Lemor Gulliver mientras viajaba por los rincones remotos del planeta.

Me gustan algunas cosas del Marqués de Sade y los hombres necios de Sor Juana Inés de la Cruz. 

De cuando en vez, me siento a leer la Biblia o el Popol Vuh. Y como dijo Alberto Cortés: "me gustan también las canciones de Cabral" :

“Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad”

"Coplas", el poema popularizado por Cabral pertenece  en realidad a Manuel  Machado, que junto con su hermano, Antonio, forman una de las más ricas fuentes de la lengua española moderna…

“Lo que se pierde de nombre
Se gana de eternidad”.

Mi primer viaje alrededor del mundo lo hice girando en un globo y en  80 días. Unos años más tarde, lo volví a recorrer, acompañando a un persistente y agudo observador de apellido Darwin  a bordo del Beagle, un  elegante bergantín.

Conocí la seda y las especies exóticas gracias a Marco Polo. Descubrí la grandeza de Grecia y el valor del rey Léonidas y sus "300" espartanos a través de las narraciones de Herodoto. No en una sala cerrada, oscura y oliendo a palomitas de maíz y desinfectante. 

A “451 grados Fahrenheit”, el papel de un libro arde e irremediablemente, se quema. Desaparece.  Ojalá que nunca lleguemos a tener un gobierno que queme nuestros libros, que los prohíba, que los regule. Ya por conveniencia política, económica o por simple incapacidad mental. Aunque parece que esto ya nos ha pasado.

Paradoja o no, nunca antes la humanidad había publicado tantos libros como hoy. Y a pesar de los miles y miles y miles de libros que se publican día a día, año con año, también  es cierto que nunca han habido tantos menos lectores como ahora.

Pareciera que la profecía de Ray Bradburry se ha cumplido: ahora todos somos iguales, aprisionados en los 140 caracteres de Twitter. O Instagram, o Tumblr, o Facebook. Da igual. El nuevo gobierno, el nuevo orden corporativo del que nos prevenía AlvinToffler allá en los años ochenta, finalmente se ha instituido. Todos somos iguales. Personalizados, pero iguales.

Me gusta la palabra impresa. Porque persiste, perdura. Porque es la que nos ha llevado de un estado a otro, de una era a otra, de un invento a otro.  A través de los siglos hemos sobrevivido merced a la palabra impresa. Hemos evolucionado. 

Cervantes, Shakespeare, Molina, Pascal, Descartes, Cicerón, Marx, Jesucristo...todos ellos dan fe de la historia del ser humano…del poder de la palabra impresa.   

“Sensemayá, la culebra,
sensemaya.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemaya.
Sensemayá, con su lengua,
sensemaya.
Sensemayá, con su boca,
sensemaya ...”


Good night…Vietnam!

                                                        Arturo Sosa
                                                      Febrero 19 del 2014





Comentarios

  1. Me enorgullezco de haberte tenido por Maestro y más aún por tenerte de amigo. Excelente, Arturo!

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  2. Mi querido Darwin...la misión de un maestro es levantarse todos los días para compartir lo mejor de este mundo con sus alumnos. Y hacerles ver la enorme diferencia entre lo bueno y lo malo. Espero haberlo hecho contigo. Saludos cordiales.

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