Escenarios de un jardín secreto

Gooooooooood morning Vietnam ¡Buiti binafi umadáu!

Hoy es sábado...un buen día para viajar.

Como muchos de ustedes ya saben, desde octubre del año pasado retomé mi sección dominical "Ruta 504" en Diario La Prensa. Durante todo este tiempo, he compartido con los amables lectores del periódico mis experiencias mientras he viajado por los principales parques nacionales, particularmente los ubicados en el litoral atlántico.

Todos esos últimos viajes fueron realizados entre el 2012 y el 2013, gracias a una iniciativa del Proyecto PROCORREDOR, quien me pidió escribiera un libro sobre las riquezas naturales y culturales que guarda nuestro litoral caribeño.

Ya les he comentado en otras ocasiones sobre este libro al que titulé "El jardín secreto". Hoy, aprovechando que Tom está todavía durmiendo (ayer se fue con su amigo Huck y su novia Betty a ver unas cuevas) quiero compartirles el primer capítulo de ese libro.

 ¿Por qué compartirles todo un capítulo? Quizá para contagiarlos de mi asombro por las enormes riquezas que tenemos como nación.

 Léanlo mientras toman una buena taza de café hondureño . Y si pueden acompañarlo con un buen nacatamal, mejor. Eso estoy haciendo yo ahora.

Hoy es un buen día para volver a viajar  por Honduras.

Que la Fuerza nos acompañe...siempre.

                                                               Escenarios 

"La primera impresión es de exuberante colorido. Desde los blancos escenarios de los bosques nublados en los parques nacionales de Cusuco o Pico Bonito, por ejemplo, hasta las aguas azul turquesa que envuelven a los arrecifes coralinos de Punta Sal o Cayos Cochinos, en el Caribe hondureño, el color estalla por doquier. La vista se regodea ante los distintos y sorprendentes tonos de verde en las montañas y la refulgente arena de las playas. Eso sin dejar a un lado las explosiones de luz que despliegan las extensas sabanas cercanas o las oscuras aguas salobres de los humedales que parecen separar a las montañas del mar.

Para el viajero que arriba por primera vez al neotrópico, la imagen queda para siempre. Y no es para menos. Alexander Von Humboldt, Charles Darwin y Alfred R. Wallace dejaron asentados en sus escritos la magnificencia del espectáculo natural que son los trópicos del Nuevo Mundo.

Desde que estas tierras centroamericanas se levantaron de las profundidades del mar, hace millones de años, se consolidó un espacio natural que ha dado vida a miles y miles de especies de la flora y la fauna. Tanto tierra dentro como bajo el mar. América Central es uno de los territorios con mayor biodiversidad y misterios del planeta. Muy particularmente, en el litoral atlántico de Honduras, la vida surge por doquier y en abundancia.

La costa norte de Honduras es extensa. Más de 600 kilómetros de blanca playa son acariciados por el mar Caribe, en el cual los pastizales marinos y los arrecifes coralinos son escenarios muy cercanos a tierra firme. Ecosistemas marinos que son verdaderos imanes para coloridos peces, curtidos pescadores artesanales y alegres aficionados al snorkel y el buceo.

En tierra, tras la vegetación que surge en la arena de la playa, comienzan los cocoteros a poblar las sabanas y se entrelazan con intrincados bosques de mangle que crecen a ambos lados de los innumerables humedales cercanos. Estos pausados depósitos de aguas salobres son alimentados en parte por el mar y en parte por los cientos de ríos que bajan de las montañas próximas, antes de fundirse con el Caribe.

Conforme el viajero comienza a adentrarse, dejando las tierras bajas, la altitud comienza a manifestarse. No solo en lo pronunciado de las pendientes, sino también en el clima y en la vida salvaje. A diferentes altitudes, diferentes ecosistemas y zonas de vida. Aparecen la neblina, los quetzales y los helechos arborescentes. La lluvia se vuelve casi constante y el frío está presente. Los bosques nublados parecen coronar la cadena de los ecosistemas del litoral.

Sorprendentemente, al otro lado de las montañas, en las caras que nunca ven el mar, otros ecosistemas surgen merced al aire que llega desprovisto de la humedad atrapada en las cimas. Árboles más pequeños y arbustos espinosos, que suelen perder todas sus hojas durante la época seca, predominan en el llamado, precisamente, bosque seco.

¿Cuántos ecosistemas ocurren en el litoral atlántico de Honduras?  Muchos más. Conforme los investigadores y estudiosos desentrañan los misterios de su naturaleza, las grandes categorías comienzan a dividirse para formar zonas más puntuales acordes a sus habitantes y particularidades geográficas. Habrá que añadir las zonas creadas por el hombre como ciudades o aldeas y las plantaciones para la agro industrias, como es el caso de la palma africana o la piña.

Siendo tantos escenarios y tan importantes para el hombre y la vida salvaje, la siguiente pregunta se volvió inevitable: ¿cómo protegerlos? La respuesta más adecuada llegó en forma de corredores naturales protegidos por la Ley. Espacios libres donde el hombre y la naturaleza pudieran coexistir mientras nuevas conciencias ambientales se construyen a través de la educación.

Casi todo el litoral atlántico hondureño es ahora denominado El Corredor Biológico del Caribe Hondureño y forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano, un espacio multinacional que cruza fronteras políticas y comprende desde México hasta Panamá. Una gran propuesta por la preservación del medio ambiente.

Ahora, cerca de 1.4 millones de personas viven en el Corredor Biológico Hondureño. Día a día, ellos luchan y trabajan por mejores niveles de vida y prosperidad. Esfuerzos que irrumpen y extinguen,  en la mayoría de los casos, los escenarios naturales. Conciliar las necesidades de los seres humanos con la conservación y  protección de estos hábitats de la vida salvaje es una tarea casi titánica.

Quizá, una de las primeras acciones que debemos emprender es conocer el entorno siempre verde que nos rodea. Entender cuáles son y cómo funcionan entre sí y para el hombre, los principales y distintos ecosistemas que conforman el Corredor Biológico del Caribe Hondureño es un buen primer paso." 

 "El jardín secreto"
Arturo Sosa 2012
Proyecto PROCORREDOR


"

                                                           Cigarra esmeralda. Arturo Sosa 2012.

                                                 La cascada en Río Zacate. Arturo Sosa 2012

                                           Una rana realmente minúscula. Arturo Sosa 2012

                                       Bejuco "Escalera de mono" Arturo Sosa 2012

Comentarios

  1. Me gustó mucho esta entrada y este primer capítulo, espero tener entre manos este libro y pronto. En cuanto al tema tengo que confesar que me ha parecido siempre una lástima que los hondureños no conozcamos la bellezas de nuestro país y no precisamente por falta de ganas... Con mucho pesar puede decir que no conozco los arrecifes coralinos, Cuero y Salado o Azul Meambar. Sin embargo este año he decidido viajar, es necesario conocernos, comenzaré por lo más cercano (y barato) confío en que poco a poco el viaje me llevará Honduras adentro.

    Como es lindo reencontrase a uno mismo en un bosque, una carretera o una playa verdad?

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  2. Denisse: no hay mejor forma de tomar conciencia de nuestro tamaño e importancia en el universo que estando frente a la laguna de Ibans en la Mosquitia. O en la cima de la montaña de Celaque o mejor aún, en el patio de la casa. La naturaleza es perfecta y descubrirlo es como un encuentro con el Dios que profeses.
    Saludos
    Arturo.

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