Honduras Indómita...Las esculturas de Tegucigalpa



 Hace tiempo que no visito el Centro de Tegucigalpa.

O mejor dicho, ya voy poco.

Hubo una época, cuando todavía existía Kodak y la fotografía era un proceso de magia y química, que los viajes al Centro eran cosa de una, dos y hasta tres veces al día. Claro, había que ir a revelar rollos, traer rollos, entregar fotos y comprar materiales. ¿Dónde se hacía de todo eso? Solo en el centro de la ciudad.

Por esas épocas, Tegucigalpa comenzaba el lento proceso de desplazar su núcleo financiero y comercial, su corazón urbano, hacia las colonias más opulentas, ricas, nuevas y mejor diseñadas de la capital.

Colonias como Palmira, Los Castaños, La Matamoros, la Rubén Darío y Las Lomas, con sus calles anchas y áreas verdes, comenzaban poco a poco a poblarse de estructuras de vidrio y concreto, modestamente altas con sus cinco o siete pisos de altura.

Nuevos vecinos arribaron; gente joven, estudiada en el extranjero, hablando en inglés, con otras visiones y sin arraigo emocional con la ciudad que los vio nacer. Por supuesto, gente de nuevas edades que dejaron de ir a trabajar y comprar a la vieja Tegucigalpa.

Por aquella época, yo daba clases en pre grado de UNITEC y me sorprendía tener alumnos que podían contar con los dedos de sus manos, (de una sola mano) las veces que habían ido al centro. Algo que me dejaba realmente atónito.

-Cuestión de clases sociales- pensaba yo en ese momento, ya que los estudiantes de la Autónoma obligadamente tenían que ir al Centro para tomar, ya fuera el taxi colectivo o el bus que los llevara a la U.

-Esto es tema de los famosos yuppies, preppies, nuevos ricos, o lo que fueran - cavilaba para mis adentros. Una nueva generación de capitalinos que habían puesto a estudiar a sus hijos en algunas de las también nuevas escuelas bilingües que comenzaban a proliferar en la ciudad.

Hijos que tampoco conocían la historia de la ciudad...

Los años siguieron y el proceso no se detuvo. La Vida así es, a veces no tan justa, no tan como quisiéramos que fuera. El resultado actual no es de extrañar: cuando algo no se conoce, no se puede valorar. Menos proteger, ¿Cierto?

Ahora, por ejemplo, ya nadie recuerda (y menos conocen) las esculturas europeas que fueron el orgullo de la capital durante el final del siglo XIX y una buena parte del siglo XX. Era la tendencia en ese entonces, no hay que olvidarlo.

Las estatuas de Morazán, Valle, José Trinidad Cabañas, Dioniso de Herrera y las Cuatro Estaciones fueron piezas de arte encargadas al italiano Francisco Durini por Ramón Rosa durante el mandato de su primo, Marco Aurelio Soto.

Durini realiza todas las obras encargadas en su país natal, menos la de Morazán, la que encargó a los talleres de los Hermanos Thiebaud, uno de los mejores de París.

No tengo el dato exacto cuando arribaron a Amapala, pero sí que la estatua de Morazán se develó al público el 8 de noviembre de 1883 por el entonces presidente, General Luis Bográn. Estamos hablando de 135 años o un poco más de historia. De raíces.

De patrimonio histórico de la Nación.

Piezas de arte que forman parte de nuestra historia como país. Algo de lo que nos convendría saber más, especialmente en estas épocas tan turbias, con tanta oscuridad moral.

Algo que nos permita redescubrir la grandeza de una tierra que se define, todavía, como una nación profunda.

Inexplorada. Indómita.

 El mejor país del mundo....Honduras.

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Pie de foto:
El Sabio Valle.
Autor anónimo.
Escultura ubicada en el Parque Valle, frente a la Iglesia San Francisco.
Fotografía: Arturo Sosa 2011.



                                           Persefone....Primavera. Parque Central de Tegucigalpa.
                                           Fotografía: Arturo Sosa 2011.



                                         ¿Invierno? Escultura alegórica en el Parque Central de Tegucigalpa.
                                         Autor: desconocido para el autor
                                         Fotografía: Arturo Sosa 2011.
 

                                           Escultura alegórica de una de la cuatro
                                          estaciones, pro sin identificar por el autor.
                                          Parque Central de Tegucigalpa.
                                          Fotografía: Arturo Sosa 2011.


                                                      Parque Central de Tegucigalpa.
                                                      Fotografía: Arturo Sosa 2011.

 

Comentarios

  1. Gracias por sus notas. Por lo menos así conocemos un poco más de nuestra ciudad. A mí también me alcanzan los dedos para contar las veces que he ido al centro, y a Comayaguela. Nunca supe donde empezaba la una y donde acababa la otra. Qué ignorancia tan profunda!

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  2. Jajajajajajaja...ah, mi querida Muchacha Imberbe. Pero en Usted eso tiene solución rápida y sustancial. La curiosidad es su mejor atributo natural.

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