Un viaje de una semana para descubrir amores de carretera, a Ernest Hemingway y La Contra

Goooooooooooood morning Vietnam! ¡Buiti binafi umadáu!

Yo soy espalda...I´m back.

Una de las cosas que más me gusta de la carretera es encontrase, de repente, con un montón de historias distintas. Textos nuevos para leer, pasajes olvidados del libro de la vida. Y nuevos capítulos.

En esta semana que anduve de viaje, no solo aprendí del rambután y del camote sino también de muchas otras cosas más. Estuve con personas realmente trascendentes y valiosas para este país, como el capataz de una finca al que escuché a mis espaldas, mientras yo tomaba fotografías, comentarle a una de las muchachas recolectoras (jovencita sencilla y humilde a más no poder) sobre Ernest Hemingway y su novela "Por quién doblan las campanas". Ya quisiera yo escuchar más veces estas explicaciones, libres de poses y soberbias, en mis reuniones de trabajo en Tegucigalpa. Ya quisiera.

O como el conductor de una rastra de 16 ruedas que me enseñó a comer camote de color naranja cocinado en el microondas (10 minutos bastan). Mire usted los chefs de la vida.

También me divertí a granel, como gnomo de Disneylandia, leyendo los letreros de los moteles en la carretera. Amores de viaje. Debo de retomar ese tema porque en esta travesía confirmé (una vez más) que donde no hay amor, no hay nada. "El camino a la felicidad" es una declaración honrada y un buen título para un verdadero y sincero motel de amores. "Sol y Luna" me transportó, inmediatamente, a pensar en San Francisco de Asís....o en el Popol Vuh si lo prefieren. No le aunque, así somos desde el principio de los tiempos.

Y para acabar, "Génesis" debe de ser un motel muy puro, muy limpio, usado por los adeptos al cristianismo, judaísmo y el Islam. Además, deben caer por ahí también los samaritanos, mandeos, drusos y los amigos del Bahaismo. Es decir, ahí llega la mayor parte de la población mundial creyente.

Como la vida está lleno de subes y bajas, también encontré a  menos de un kilómetro de la carretera principal, escondido entre cerros y árboles, un viejo y muy secreto hospital de guerra utilizado por La Contra en la década de los ochenta. Dicen los campesinos que cuando aran la tierra, suelen encontrar enterrados prótesis de brazos y piernas. Amor y muerte. Eso es la vida.

"So" como dirían los norteamericanos  y los catrachos carentes de personalidad nacional, así es esto.

Este fin de semana me dedicaré en casa a ver y escuchar a mis hijos (que ahora están dormidos al igual que el barzón de Tom) y a preparar la segunda y última tanda de la Salsa Prohibida y Lujuria. La última de este mes, que conste.

Es buena estar de vuelta. Es bueno estar en casa tras leer tantas cosas en la carretera.

Que La Fuerza nos acompañe...siempre.





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