Las 7:48 pm

Segis se incorporó de un solo.

Se hizo una cola en el cabello y se levantó de la cama.

-¡Ah, no! Pero esto no se queda así...ese hombre me va a escuchar -dijo en voz alta.

Lo conocía tan bien o mejor que la palma de su mano. Sabía perfectamente que iba a regresar. Tarde, pero regresaba. ¡Por Dios que lo sabía!

Así que no se desesperó. Al contrario.

Lo primero que hizo fue mandar un correo a la oficina; afortunadamente era una mujer muy organizada y todo lo llevaba adelantado. Un par de detalles que afinar y resuelto.

¡Cheque! Eso ya estaba.

Después siguió con el tema de la lavada de la ropa y bien podía aprovechar para arreglar el clóset (porque durante la semana y las carreras, pues bueno...).

Al mediodía almorzó algo suave.

Y mientras comía pensó en Eduvijo. Seguía convencida de que era un buen hombre; limpio, cariñoso, fiel. Sobre todo fiel, no como el Finado que apenas se casaron ya andaba sacando las uñas; más largo que la Cuaresma.

¿Trabajador? Sí. Ordenado...ummm...bueno, para ser hombre estaba bien.

Y cocinaba. Básico, pero le entendía al trámite. Y la amaba. Eso que ni qué. Full...super cariñoso y atento con ella.

Solo que le faltaba un poco de chispa y descuadrarse un poco. Tal vez porque era mayor que ella, tal vez porque era así...medio lento. Había que empujarlo. Aunque la verdad es que así son todos los hombres...por eso su mamá siempre le había dicho: "Mijita, el hombre es la cabeza de la casa y la mujer es el cuello que mueve esa cabeza".

Verífico.

Lo curioso (y lo mejor) es que lo que tenía de lento en el diario, jugando rayuela era todo lo opuesto. Uf...allí sí era un tigre.

Qué cosas, vaa...

Pero, fuera de todo eso, ¿entendería él de una vez por todas que ahora ella vivía otra vida? ¿Que no quería volver al ritmo de vida de Tegus? ¿Entendería que no pensaba casarse? Por lo menos, no ahora...es más, ni siquiera pronto. Ni dentro de un rato...

El resto de la tarde lo aprovechó en limpiar el micro departamento; ya le hacía falta con toda esa semana de entradas y salida de dos personas.

Luego se bañó. Se cepilló el pelo. Y esperó; no tardaría en venir. Lo conocía.

Comenzaba a caer la noche cuando el timbre de la puerta sonó.

Abrió la puerta. Allí estaba él. ¡Lo sabía!

-BB, no puedo....no puedo vivir sin usted. No puedo -le dijo de un solo el bueno de Stephen Andrews Eduvijo Pérez. Se miraba cansado...reventado.

Segis solo lo escuchó sin hacer la más mínima mueca.

- Chichí...caminé todo el día por esta ciudad solo pensándola. ¿Sabe qué? Disculpeme...púchica....lo siento...no la vuelvo a presionar, pero déjeme estar cerca...vaya...le juro, le juro que la prefiero compartida antes que no tenerla...

Segis estaba callada, seria. Con cara de muro. Aunque en el fondo, le dio risa porque esa frasesita final se la había chepiado a Pablo Milanés. ¡Pobrecito!

-Mire Eduvijo...hoy Usted y yo vamos a hablar en serio y por última vez.. Si le gusta bien, y si no, pues de esta puerta no va a pasar y ya sabe por dónde se puede regresar con su mamita...y que conste que ella siempre me ha caido bien.

Eduvijo peló los ojos.

Lo que siguió a continuación fue mejor que el Discurso de Gettysburg; mejor que " I have a dream..."; mejor que el testamento de Morazán.

Durante los siguientes diez minutos, Segis le cantó todas las verdades; lo levantó por los aires y lo dejó caer como saco de cemento mojado. Una vez, dos veces, tres...

Eduvijo ni levantó los brazos. Solo estaba quieto, allí en la puerta. Sin dar un paso.

-Así que ya sabe -le dijo Segis -Así van a ser las cosas si usted decide entrar. Y si no, ya se lo dije, vaya buscando dónde va a dormir hoy porque aquí no entra.

Eduvijo la vio con los ojos agachados, las manos dobladitas, el corazón partío...

-Si BB, está bien -le dijo- Así va a ser. Se lo prometo.

Ella entonces se hizo a un lado para que pudiera pasar.

-Ah, y otra cosa Eduvijo. Sepa usted que en esta casa se juega rayuela todos los días a las 8 de la noche. Esté o no esté usted...

Eduvijo la volvió a mirar, con los ojos pelados, pelados.

-Si Amor....-le contestó y siguió caminando despacio hacia su sofacito.

Segismunda Florentina Carrasco cerró la puerta y vio su reloj: eran las 7:48 pm en Bruselas.
Y sonrió.

(Ahora sí, FIN)

Comentarios

Entradas populares