¡Pasquines!

                                                                                       Mafalda 11. Quino. 


Crecí leyendo a Archie y sus Amigos.

A Tarzán de La Selva.

A Fantomas, La Amenaza Elegante.

Salía de la escuela primaria a las cuatro de la tarde (eran los tiempos de doble jornada escolar) y antes de irme a la casa en las faldas del Merendón, recorría un par de cuadras para ir a buscar al vendedor de historietas que se ubicaba en la calle frente al Salón Cantón.

Por aquella época, yo no podía darme el lujo de comprar una historieta nueva, pero sí podía pagar cinco centavos por leerla. El astuto vendedor había encontrado el negocio del siglo: por esa módica cantidad dejaba leer las historietas a quien quisiera.

Así que en vez de tomarme la coca cola de la tarde (valían diez centavos), yo me despachaba dos revistillas sentado en la acera, en pleno centro de San Pedro Sula.

Más tarde, ya con pantalones largos y estudiando en México, leíamos con envidia las excitantes aventuras del Príncipe Conti, en realidad un ágil y joven estafador que haciéndose pasar por príncipe italiano, engatusaba a los viejos y avaros empresarios multimillonarios, mientras seducía a sus bellas y jóvenes esposas (todo un tipazo el tal Conti).

Otras veces sufríamos y nos enamorabamos con las interminables y desdichadas aventuras románticas de Rarotonga o las de Yesenia en las historietas de Lágrimas, Risas y Amor (es más, aquí en Honduras estaba aquél señor mal encarado de la radio deportiva que solía saludar así a uno de los actuales candidatos presidenciales, cada vez que entraba al estadio..."Yesenia". ¿Lo recuerdan?)

Clásicos de Clásicos (las historietas de verdad).

Por supuesto, dependiendo del estado de ánimo, también nos reíamos a carcajada batiente con el pajarraco chileno de Condorito (¡Plop!) y con Memín Pinguín.

Ya adulto (bueno, lo adulto que se puede ser a los veintitantos) me volví más refinado y comencé a leer a Asterix el Galo y a los españoles Mortadelo y Filemón (siguen siendo de mis favoritos).

Finalmente, cuando pude entender a cabalidad lo que en realidad nos decía Quino, no pude menos que enamorarme de Mafalda, Susanita, Miguelito y el resto de la pacotilla.

Para mí siempre fueron "paquines" lo que leía. Aunque el término correcto es Pasquines.
Curiosamente, ahora les dicen "Comics" en nuestras tierras latinoamericanas. Supongo que es parte de ese concepto llamado "Transculturización".

En fin, como hoy es jueves y los jueves de plano que no trabajo, me fui a Metromedia ayer por la tarde y me traje dos pasquines para recordar viejos tiempos...

 ¡Zaz! como diría Miguelito...Que La Fuerza me acompañe.



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