Una historia aparentemente incompleta. III y última parte

¿Existió o no Lempira?

 Gooooooood morning Vietnam! ¡Buiti binafi numadas!

Entonces, ¿existió o no? Yo creo que si. Tantos testigos presenciales y circunstanciales escribieron sobre él, en su momento, que no me cabe duda de su existencia y de su gesta. El Gobernador Montejo, Cristóbal Pedraza, Alonso de Cáceres, Rodrigo Ruíz y finalmente Antonio de Herrera, todos españoles, hablaron a partir de 1539 y hasta 1615, aproximadamente, del cacique lenca que se opuso a la conquista.

Pero yo necesitaba algo más para terminar de creer la historia. Así que decidí seguir los pasos de Lunardi e ir en busca de la epopeya de Lempira. O mejor dicho, seguimos los pasos de Lunardi. Porque quien me descubrió los viajes del cura explorador de los años cuarenta fue otro viajero, pero mucho más contemporáneo: el amigo Max Elvir, de Santa Rosa de Copán.

Por esas casualidades, mientras la duda sobre la existencia de Lempira me inquietaba, la vida me puso enfrente a mi amigo Max quien me contó sobre Lunardi y su libro. No solo eso, sino que además me prestó una copia del libro y fue así como decidimos viajar juntos al municipio de San Francisco, en el sur de Lempira.

Lo que descubrimos lo he compartido varias veces ya con ustedes. En su momento lo publiqué en mis secciones de diario El Heraldo y en La Prensa. He dado un par de conferencias en el Museo del Hombre Hondureño y otros sitios. Y no me canso de decirlo. Allá arriba, en el cerro de Coyocutena, todavía existe lo que Lunardi encontró en los años cuarenta: un asentamiento indígena con murallas defensivas. Y si la historia no miente, es muy probable que esa fortificación haya pertenecido a Lempira y su gente.

¿Se imaginan si eso es cierto?  Coyocutena podría ser la primera prueba tangible, en piedra, de la existencia del cacique. ¡Cuántos libros de historia y de Estudios Sociales de toda Honduras deberíamos de reescribir! Se lo merecen nuestros hijos.

La fortificación de Coyocutena es casi inexpugnable. Escalar sus empinadas pendientes es una prueba de fortaleza física, a pesar de no ser de una gran altura.Y desde arriba, el valle de San Antonio, el sitio donde Alonso de Cáceres estableció su cuartel, es totalmente visible.

Por supuesto, estas noticias no son nuevas. O mejor dicho, los vecinos de Coyocutena siempre han sabido del sitio. Ellos lo llaman "Las casas de Lempira". Y las escuelas y colegios cercanos acostumbran a hacer viajes a la cima de la meseta. Ellos siempre han sabido de su existencia y de otros sitios arqueológicos cercanos.

Los que no lo sabíamos eramos nosotros. Los citadinos, los estudiados.

A Dios gracias, en el último mes, he encontrado eco en mis amigos del Instituto Hondureño de Turismo quienes han hecho llegar una propuesta de exploración, protección, conservación y difusión del sitio al Presidente de la República. Es obligatorio declarar a la fortificación de Coyocutena como Patrimonio de la Nación e iniciar un proceso de investigación arqueológica e histórica a la brevedad. Es obligatorio que el Instituto Hondureño de Antropología e Historia reciba fondos para comenzar el proceso de restauración y protección. Y que Coyocutena sea protegido por el ejercito y por la Fiscalía respectiva.

Sería genial ver al Presidente allá arriba, ondeando la bandera de Honduras, en la fortificación militar que pudo haber sido parte de la epopeya de Lempira.

Esta es una historia, aparentemente, incompleta. Todavía.

Que la Fuerza nos acompañe...siempre.


                            Cabeza de serpiente emplumada. Cueva El Duende. Arturo Sosa.


                      Muros defensivos antes de la cima del cerro Coyocutena. Arturo Sosa


           Terraplenes como bases de estructuras. Cima de Coyocutena. Arturo Sosa.

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