La virgen del Barrio Abajo

                                                   Santa María Dolorosa. Arturo Sosa 2000


Cornelio Tácito, quizá el mejor historiador del mundo romano, describió en el capítulo 44, libro 15 de su obra Anales, la historia del gran incendio de Roma en el año 64 después de Cristo:

"En consecuencia, para deshacerse de los rumores, Nerón culpó e infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy maliciosa, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera fuente del mal, sino incluso en Roma, donde todas las cosas espantosas y vergonzosas de todas partes del mundo confluyen y se popularizan...".

La referencia del historiador es considerada por los expertos como una de las pruebas más firmes de la existencia de Jesuscrito y su muerte a manos de Pilato.

El domingo pasado, casi dos mil años después de ese gran incendio, terminó la Semana Santa. Para los cerca de 9 millones de hondureños, un periodo de asueto en medio del calor del verano.

Para algunos de ellos, este fue un período de recogimiento espiritual en recuerdo de aquél hombre crucificado por el gobernador romano.

Para otros, tan solo una vacación oportuna para compartir con la familia, comer bien y descansar.

Pero para una buena parte de los liberados de la carga del trabajo diario, este fue tiempo de bacanales casi tan intensos como aquellos festines del cuerpo que solían darse los romanos de la antiguedad.

Pareciera que la humanidad sigue siendo la misma. Poco o nada ha cambiado.

Pero eso es cuestión de moral personal. Al fin y al cabo, tampoco me compete juzgar (ni tengo el derecho de hacerlo). En todo caso, tan solo citar las tendencias obvias de nuestra sociedad.

Mientras tanto, la Virgen de los Dolores de la Iglesia Los Dolores de Tegucigalpa, volvió a salir de su recinto para acompañar al mismo Cristo que mencionó Tácito, en su santa procesion por las calles de Tegucigalpa.

Una virgen ensalzada por negros y esclavos libertos del antiquísimo Barrio Abajo en la capital del país; el sitio donde vivia la gente pobre que conoció el dolor de la esclavitud, la segregación racial, la división de clases y que terminó por eregir la iglesia más grande de la ciudad en su momento.

Desde Roma hasta Tegucigalpa hay un hilo, pero este sigue siendo un país profundo. Inexplorado. Indómito.

Nuestro.

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