Casi...

-A ver, sus papeles- me dijo el agente de tránsito después de pararme en el semáforo.

-Ni modo - pensé – Aquí es donde la mula botó a Genaro.

Cuando se los entregaba, con la mejor sonrisa por supuesto, caí en cuenta que si yo hubiera sido ruso jamás le hubiera entendido eso de “sus papeles”. Digo, no importa si ruso, canadiense, francés o senegalés ¿Cierto?

Porque, ¿quién diablos puede entender qué significa eso de “A ver, sus papeles”?

Solo otro hondureño.

Si yo hubiera sido ruso o nigeriano, lo más seguro es que hubiera empezado a buscar en el carro los papeles de la oficina, el papel tapiz que recién había comprado en Larach o quizá el rollo de papel higiénico que guardo debajo del asiento, solo por si las cochinas dudas.

Pero no, soy catracho y hablo hondureño.

Ya con eso, son otros veinte pesos.

Por ejemplo, solo un hondureño puede citar con tanta firmeza, con tanta devoción, a Chelato.

-Chelato, Who? -diría un neoyorkino

Por favor, nosotros no citamos a Platón o Cicerón en nuestras conversaciones diarias. Ni a Federico García Lorca. Menos a Stephen Hawking.

Nosotros citamos con toda propiedad al Profe: “Como dice Chelato: nunca se sabe”. Y de ahí, ya no hay más que decir. "Nunca se sabe" es una verdad irrefutable, eterna. Pétrea (no como esas babosadas de la Constitución). Es una frase verífica.

De repente, tuve que volver a la realidad.

 -Uuuy Compa…esta licencia esta vencida. Tiene clavo – me dijo el de Tránsito.

Por supuesto, me cayó a las patas.

¿Cómo diablos iba a saber yo que esa licencia estaba vencida? ¿Cómo? Si yo siempre ando más perdido que el hijo de Lindbergh. Y miren ustedes que ese niño se perdió en 1932...

-Oficial…mi teniente…le juro que no sabía que estaba vencida...en serio Capitán – le dije en el tono más lastimero que pude. Varonil, pero lastimero.

Nada. El hombre se hizo el de a peso. Ni me paró bola.

Más bien se fue caminando para enfrente del carro y me dejó silbando en la loma.

-Pucha; ¡que leche la mía! – me dije –Hoy ando más torcido que la cola de un chancho.

Como el hombre seguía parado, allí, frente el carro, empecé a preguntarme qué debía de hacer. Una de dos; o me salía a platicar con él y ver cómo podíamos arreglar el problemita, o lo esperaba sentadito a que regresara y me clavara la esquela.

Porque yo, reventado ya estaba. ¡Jeé!, Y yo que me creía el tronco donde se rasca el tigre...

Entonces opté por la segunda. Digo, pobre, pero honrado. Ni que fuera del Partido...

Como a los diez minutos, el agente se me acercó.

-Que calor hace, vaa -me dijo.

- Pucha, sí.-le contesté -dan ganas de echarse un Fredy…

El hombre se me quedó viendo fijamente. Yo vi la duda en sus ojos.

Y la duda es la que mata.

-Mire, mejor vaya mañana a Tránsito para que renueve la licencia -y me entregó los papeles - ¡Póngale!

Mientras arrancaba, no pude menos que pensar: Pucha, este chavo es de los de aquí…no de los de allá.

Francamente, ¡Que salvada! Casi...

Y me fui pensando en eso de las frases hondureñas.

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