A ver, ¿hago salsas o reviso un asesinato?



Cuando era niño, mi papá solía pedirme los sábados en la mañana, que lo acompañara a la Librería Navarro para comprar sus novelitas de vaqueros o de detectives.

Autores como Marcial La Fuente Estefanía o Curtis Garland eran de nuestros favoritos en aquellas obras de bolsillo que se iban en un santiamén apenas llegabamos a la casa.

Otras veces, supongo que cuando él tenía un poco más de dinero, se podía dar el lujo de comprar novelas de ediciones más acabadas y de autores más renombrados. Esos eran días especiales.
Por supuesto, en esas categorías más refinadas, la reina era Agatha Christie.

No sé cuántas novelas de ella leí, pero ayer fui a Metromedia y me encontré con El asesinato en el Expreso de Oriente. De esta me recuerdo claramente haberla leído cuando tenía unos 10 o 12 años.

¡Vaya! ¡Qué delicia!

Fue como encontrar de nuevo a un viejo amigo del que no se ha sabido nada en muchos años (hablo de Poirot, claro. Que aunque bastante pretencioso, pues la verdad es que no deja de asombrar).

Los jueves son maravillosos porque es el día destinado a no trabajar; aunque tengo el libro todavía con su envoltura de plástico porque debo de hacer salsas para el bazar del sábado en la Alianza Francesa.

Pero, me pregunto, ¿qué pasaría sí leo unas pocas páginas antes de comenzar?

Nada... ¿Cierto?

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