La verdad...

La verdad, lo que se dice la pura verdad, desde que el inútil del marido se había ido, Segis sentía que ella había pasado a mejor vida. Y sin necesidad de morirse como el susodicho.

Así que mientras terminaba de poner en una caja de cartón las últimas cosas que le quedaban del finado, Segis no dejaba de bendecir por cada momento que había transcurrido desde que dejó de verlo. Aunque había tardado en hacerlo, por cierto sentimiento tonto de culpa, finalmente estaba terminando de empacar esa maldita última caja y dejarla lista para el camión de la basura.

- "Mortis cannis, hidrofobius finitus", o como quien dice,"Matando al perro, se acaba la rabia" -sentenció en voz alta Segis.

La mera verdad es que desde que dejaron de compartir el mismo mundo terrenal, ella dejó de escuchar aquellos chistecitos "clásicos", pero que en realidad eran siempre las mismas bromas estúpidas del hombrecito; los mismos chistes rancios de toda una vida. Fiesta tras fiesta; barbacoa tras barbacoa. Hasta en los velorios los repetía el patán ese...los mismos chistes de hierro.

Para ser sincera, desde que el hombre había estirado los tenis, todo era mucho mejor. No había nadie que le criticara sus comidas ni el orden (o el desorden) con que manejaba la casa. Compraba lo que quería y cuando lo quería. Si quería por las noches ver películas de miedo, las miraba (él era tan mariconcito que hasta Harry Potter le daba miedo...).

Y para ser franca, desde que dormía sola habían desaparecido aquellos constantes "dolorones de cabeza" que le llegaban de repente a la hora de "hacer aquello"...Y es que "aquello" con aquél, ya se había convertido desde hacía muchos años, en un verdadero dolor de cabeza. ¡Uuuy! Si es que hasta recordarlo le daba basca...¡Ché!...y si hubiera sido bueno para eso, todavía, pero la verdad es que ella ya casada se dio cuenta que el cuete le había salido cachinflin...solo silbaba.

Aunque también es cierto que ella nunca entendió por qué lo aguanto tanto. El hombre era un verdadero penco. Penco con pisto, es cierto, pero penco. Un dieciséis más de penco y hubiera alcanzado la categoría de cholero. O de diputado del Partido.

El hombre era un inútil de primera. No cocinaba, no barría, no trapeaba y no lavaba ni sus calcetines. Fumaba hasta las chencas que encontraba en los ceniceros y a fuerza de tanta cervecita helada, había adquirido una panza con dimensiones de chiclera. La verdad es que cuando ella lo miraba los domingos por la tarde, sentado viendo en la tele los partidos de fútbol, con aquella camiseta blanca, shorts verdes, calcetinos verdes con sus chanclas de hule (verdes también, of course), ella sentía que Dios la había abandonado. O por lo menos, castigado.

Y como que se resignó hasta que un día, el buen Diosito se acordó de ella y le dejó de dar cuerda al corazón del susodicho. Bueno, también es cierto que ella había contribuido su poquito, pero de todos modos, el médico lo calificó de "muerte natural por abundancia de triglicéridos en las arterias y manteca de cerdo en el cerebro".

A partir de entonces, Segis volvió a sonreir. Y a vivir de nuevo. Y por esas cosas de la vida, justo cuando estaba a punto de cerrar la caja, apareció en el fondo del closet, aquella foto vieja de un antiguo amor de la U.

Segis se quedó con la foto en la mano y una alegría apareció, sin quererlo, en sus labios. Tal vez porque había sido algo bonito. Tal vez porque había durado poco o tal vez porque siempre le cayó en gracia lo callado del muchacho. Y para ser honesta siempre le dio risa el nombrecito del galán...y es que esa combinación de idiomas nunca la entendió.

La verdad es que llamarse Stephen Andrews Eduvijo Pérez es como para morirse de la pena.

- Aunque la verdad, verdad, no estaría mal saber qué se ha hecho de él en todo este tiempo...- pensó Segis viendo de nuevo la foto- Digo, solo por curiosidad - se atrevió a decir en voz alta mientras cerraba la caja con maskin tape y dejaba la foto del antiguo galán en la mesita de noche.

-La verdad es que solo por curiosidad... -repitió Segis cuando le dio la última vuelta de tape a la caja destinada para la basura- solo por curiosidad.

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